
Dayana Benavides Briceño
Escritor - Libros - Cuentos - Crónicas
Conviviendo con el Coronavirus
DAYANA BENAVIDES
Trece casos confirmados en Costa Rica, tan lejos que estamos de China y tenemos el Convid19 en las calles y no somos los únicos. ¿Cuál será el verdadero número de infectados? Quién en su ignorancia sigue transmitiendo la enfermedad. Pero hay que seguir, salir a a ganarse el arroz, aún sabiendo las cifras de muertos en otros países. En la calle una persona tosiendo y me cambio de acera, al ver a un asiático, me alejo. Tenemos miedo, pero con eso no se paga las cuentas. Han suspendido los espectáculos públicos para evitar contagios masivos pero hay que subirse al bus para ir al trabajo. ¡Y los hijos! no sabes si llevarlos al cole o que pierdan lecciones aunque no estén en "grupos de riesgo". En realidad, si esta enfermedad se ha propagado sin control, como pueden tener los "conocedores" la certeza de su evolución y de quién está verdaderamente en peligro. ¡Que vulnerable somos! pienso en otras pestes, algunas de laboratorios, que pueden circular el día menos esperado, en películas, como Extermino, que parecen hacerse realidad. ¿Qué ocurrirá? Solo Dios puede saberlo. En él confiamos que esto sea una pesadilla pasajera.

¡Qué día de las madres!

DAYANA BENAVIDES
Era el día de las madres y bajo el candente sol del mediodía esperaba de pie entre la arena, bajo unos escuetos árbolesno lograban cubrir la larga cola de mujeres y unos pocos caballeros que esperábamos para comprar una bolsa de leche en polvo y un pollo para el consumo de una semana.
Detrás de una cerca de barrotes de hierro observaba el interior del centro comercial que lucía decadente, ni la sombra de lo que fue. Para pasar el tiempo leía un libro de un grupo de mujeres africanas víctimas de la esclavitud que compartieron terribles destinos en la época colonial. Observé el panorama a mí alrededor y los rostros que me acompañaban. Encontré cierta similitud con las penurias de los personajes de mi libro.
Al cabo de un par de horas de espera, el vigilante se acercó a nosotros, desesperados recibimos nuestros números, el 149 fue el mío. Al entrar seguí los pasos de una joven que lleva dos niños. Pensé que me sentiría más aliviada dentro del supermercado pero no fue así, el establecimiento no tenía ventilación, era asfixiante esperar en la larga cola para pagar pues solo funcionaba una caja. No pude seguir leyendo me faltaba el aire.Recordé a las damas africanas de mi libro encerradas en una bodega de un barco negrero.
Los estantes estaban en mal estado, los insectos caminaban descaradamente por los pasillos, las instalaciones lucían muy sucias, los congeladores estaban vacíos al igual que los exhibidores de verduras. Podría enumerar los productos que había ese día en el almacén y con ellos no resolvería la comida de una semana en casa, al igual que varias de mis vecinas de fila.
Al fondo musical que alguna vez tuvo ese comercio lo sustituían los llantos de los niños sofocados y los gritos de los clientes discutiendo cuando algunos intentaban colearse para pagar o reclamando un mejor servicio a los trabajadores del supermercado.
Al cabo de cuatro horas salí con mi ración semanal de acuerdo a mi número de cédula y a lo que había ese día, una bolsa de leche, un par de pollos, dos salsas de tomate, un kilo de arroz yuna pasta de dientes.Recordé que era día de las madres. Había perdido cuatro con mi hijo que esperaba mi llegada con un jabón artesanal y un diploma que me hizo en el colegio como obsequio. Ni me alcanzó el tiempo para visitar a mi madre.
Una vida de esclavos disfrazada, sin grilletes. Trabajar durante la semana, pasar penurias para medio comer y no tener tiempo para la familia. ¡Qué vida de las madres!

Venezuela se ha vuelto una piñata
DAYANA BENAVIDES
Hombres y mujeres corren, luchan los "caramelos", parece una piñata, están fuera de control, hay euforia en sus caras. Una ola de saqueos amenaza con devastar la ya tambaleante economía venezolana.
Antes de que caiga el último dulce ¡Hay que hacer algo! sino solo quedará el inservible cascarón de cartón que va a la basura. ¡Qué alguien le quite el palo a la corrupción¡ que está acabando con el país. ¡Qué regrese la tranquilidad a Venezuela!